domingo, 3 de julio de 2011

Jóvenes inteligentemente selectivas

Hubo un tiempo, no tan lejano, en que la inmensa mayoría de las mujeres no existían fuera de sus casas. Se hacían mayores entre las paredes de una celda de cristal, de la que solo salían para meterse en otra cuando se casaban y pasaban de estar bajo la férula del padre a situarse bajo la autoridad de sus maridos.
El retraso español
La superación de ese régimen de semiesclavitud exigió una revolución política, social y cultural que en Occidente (en otras latitudes pervive aún para desgracia de millones de mujeres) se desarrolló, sobre todo, entre el último tercio del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX. Sin exagerar podría decirse, de hecho, que las dos guerras mundiales sacaron a una gran parte de las mujeres occidentales de sus casas, a las que, después, ya no estuvieron dispuestas a volver en las previas condiciones de falta de libertad personal y capacidad de iniciativa.

En España ese proceso se retrasó -o, más exactamente, dio un formidable paso atrás- como consecuencia del triunfo del franquismo: basta ver esa maravilla del cine español que es Calle Mayor, de Juan Antonio Bardem (basada en La señorita de Trevélez, el gran drama satírico de Arniches) para comprobar el drama que asoló a una generación entera de mujeres españolas: las que, sin apenas estudios ni más profesión que «sus labores», no conocieron la verdadera libertad y hubieron de intentar compensar tan dura ausencia con una vida familiar que ni siquiera siempre iba a resultar satisfactoria.
Recuerdo haber comentado hace unos años con mi querido y admirado Fernando Savater que el cambio social más relevante que se había producido en la sociedad española como consecuencia de la democratización fue el que afectó a la posición de las mujeres. Un cambio favorecido, sin duda, por modificaciones legislativas en esferas diferentes e impulsos políticos y sociales en favor de la igualdad entre hombres y mujeres, pero un cambio que iba a avanzar -sin prisas, pero sin pausas, como aquel de Adolfo Suárez- sobre todo a lomos del esfuerzo de cientos de miles de chicas que, sin ponerse de acuerdo, llegarían al mismo tiempo a una inteligente conclusión: que la mejor cuota y la mejor medida de discriminación positiva a favor de las mujeres es la que estas se ganan a pulso con su inteligencia y con su esfuerzo.
Ayer se entregaron en Lugo los diplomas a los mejores alumnos de la selectividad. El reparto por sexos (209 para chicas frente a 129 para chicos: un 62 % frente a un 38 %) pone de relieve algo que demuestran desde hace tiempo estudios muy diversos: que en todos los niveles de enseñanza y todos los países el rendimiento de las alumnas supera con claridad al de los alumnos. Esa es también mi experiencia como profesor durante años.
Es posible, pese a todo, que las mujeres sigan ocupando menos puestos en política, pero creo que esa ausencia, que también podría ser interpretada como una señal de inteligencia colectiva, no va a impedir que, en poco tiempo, la élite profesional de este país esté formada en gran medida por mujeres. Será esa una victoria decisiva sobre su subordinación. Una victoria que las mujeres habrán ganado sin más ayudas que las de su inteligencia, su esfuerzo y su coraje.

Roberto L. Blanco Valdés

http://www.lavozdegalicia.es/portada/2011/07/03/0003_201107G3P68992.htm

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